Querida alma preciosa, me place obsequiarle este tema, esperando que lo encuentre práctico
y de valor para su vida sobre la faz del planeta Tierra, y aun después.
Impresiones estremecedoras, vívidas
e imborrables registradas en la mente
¿Cuál ha sido para usted, querido lector, lectora, la más impresionante, traumática o inolvidable impresión de su vida hasta la fecha? ¿Acaso algún roce con la muerte? Una intervención quirúrgica con la vida misma en la balanza. Un accidente automovilístico. Un asalto. Encontrarse súbitamente en peligro mortal de ahogarse, ser arrastrado por fuertes corrientes de agua o llevado por vientos huracanados. Sentirse sacudido por un terremoto. Quizás alguna confrontación inesperada cara a cara con fuerzas enemigas. Con algún maleante amenazante. Estar presente justamente durante los últimos momentos agónicos de un ser muy amado. ¿O, por el lado positivo, la del día de su boda, el nacimiento de su primer hijo, graduarse de estudios universitarios, obtener el empleo soñado, abrir su propio negocio, ganar un premio grande de la lotería?
Impactada la mente por semejante impresión estremecedora, la misma toma instantáneas del suceso: los personajes presentes, sus ejecutorias y los entornos físicos (quirófano, vías de tránsito, edificios, cuartos o salones, mobiliarios, techos o ganchos de árboles volando por los aires, calles o carreteras convertidas en ríos, armas blancas o de fuego, etcétera). Aunque pasen muchos años, al recordar la mente lo sucedido puede reproducir el escenario al instante con lujo de detalle, como si hubiese acabado de escenificar.
Pues bien, cualquiera sea la impresión más dramática e indeleble de su vida hasta el presente, certeramente le espera una todavía más sensacional por mucho. Ni podrá eximirse de ella, cualquier sea su estado social, económico, político o religioso; anhelo, temor o voluntad. Pienso que ya haya adivinado que se trata de la tremendísima impresión que experimente usted cuando, habiendo tomado el último suspiro su cuerpo físico, pase, como ser espiritual, ya sin cuerpo humano, de la dimensión material-carnal, por la Puerta del Tiempo, a la dimensión netamente espiritual. ¡Asimismo! Precisamente, esa es la que contemplo -para usted, y para mí. Impresión tan grande y sorprendente que, atónito sobremanera, abrirá al máximo los ojos de su alma con asombro estupefacto… y yo también.
¿Viendo qué cosa? ¡ÁNGELES!
¿Qué evidencia indubitable sostiene esta respuesta?
El testimonio de Jesucristo en su relato de lo que sucedió en el caso del mendigo Lázaro cuando el débil y maltrecho cuerpo físico de este murió. Dice Jesús: “…y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham” (Lucas 16:19-31).
Traspasando la Puerta del Tiempo, Lázaro, entrando a territorio espiritual, ¡ve ángeles! Ángeles de verdad, y no de visiones o sueños fantasiosos. Ángeles leales al Padre Dios que se presentan para llevar a Lázaro “al seno de Abraham”, es decir, al Paraíso1. ¿Qué impresión inundaría la mente de Lázaro al encontrarse aquel humilde ser en presencia de aquellos ángeles? Sin duda, ¡tan indescriptiblemente maravillosa, profunda e incomparable como para quedarse él sin palabras! Seguida tan fantástica impresión inicial por la irrupción incontenible de gran regocijo en su espíritu al comprender que está a salvo eternamente de todo sufrimiento, injusticia y el pesado cuerpo carnal mortal. A salvo de todo malo y toda maldad. En ese instante comienza a disfrutar el gozo que será suyo por las edades de las edades. “…entra en el gozo de tu Señor”.2 ¡Sonrisas y felicitaciones camino al Paraíso! Consuelo y descanso3 allá, en espera de la resurrección y eventual traslado al hogar celestial permanente.
Aquella experiencia que tuvo Lázaro al abandonar su cuerpo físico e introducirse en la dimensión netamente espiritual ¡la quiero tener yo también! ¿Y usted, preciosa alma muy amada por Dios?
Estos escalones conducen a los salones de la casa grande del hombre rico. Detrás de las columnas y puertas el rico, sus familiares e invitados banqueteaban “cada día… con esplendidez”, mientras yacía Lázaro “a la puerta de aquel, lleno de llagas”, deseando “saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico”. Lucas 16:19-31
A Lázaro se le concedió tenerla no por ser mendigo y enfermo sino por ser persona justa y buena que creía en Dios, pese a la tragedia que vivía en carne propia, por causas ajenas a su voluntad, deducimos.
Creyente en Dios, incondicionalmente, pase lo que pase4. Obediente a su Voluntad “agradable y perfecta”,5 a la Verdad divina que purifica al alma mediante la sangre de Cristo6, justo7, misericordioso y amoroso para con todos8. Y "…fiel hasta la muerte”.9
Estos se destacan entre las acciones y los atributos que preparan a uno para tener tan grato encuentro con los ángeles de Dios inmediatamente después de la muerte del cuerpo físico. ¿Ha tomado usted las acciones de oír al evangelio para tener fe inteligente10, arrepentirse de sus injusticias, durezas dañinas, falta de amor, vicios o crímenes11, confesar con su boca que Jesús es el Señor12 y sumergirse (bautizarse) en agua “para perdón de los pecados”?13 ¿Practica la justicia y la misericordia? ¿Vive sanamente? Si responde en lo positivo, pues ¡tremendo! Pero si en lo negativo, ¡ay de usted! Por favor, no se haga de ilusiones, se lo suplicamos. Pues, la experiencia -impresiones, emociones- tan bella de Lázaro no será suya sino la del egoísta y mezquino rico sin misericordia que aparece en el mismo relato de Jesús.
Compasión, misericordia y generosidad. Avaricia no, ni orgullo, indiferencia, mezquindad o maltrato.
“…y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.” Lucas 16:22-24.
Muerto su cuerpo físico, traspasa el rico, como ser espiritual, la Puerta del Tiempo entre lo material y lo espiritual. ¿Y al otro lado? ¡Tremenda impresión se lleva! La más grande por muchísimo de toda su existencia. En nada positiva sino espeluznante, aterradora. Frialdad en todo el escenario. Densas tinieblas. Silencio que hace temblar fuertemente al alma. ¡Pavor desnudo! En ese instante comprende aquel infeliz varón que todo está perdido eternamente.
¿Le aguardan ángeles? No sé. Jesucristo no menciona a ninguno en su relato, pasando de inmediato a la condición penosa del rico en el Hades. Estaba “en tormentos”.Aun así, considero probable que ángeles estuvieran esperando la llegada del rico al territorio espiritual, no, por cierto, con sonrisas y felicitaciones sino con silencio y cadenas, hablando retóricamente, para llevarlo al Hades. Mi opinión obedece al papel de los ángeles en el proceso de no solo separar a los malos de los buenos sino también echar a los malos en un lugar de castigo14.
Así que, usted y yo decidimos cuál de estas dos impresiones extremas en grado sumo quisiéramos experimentar. La que vivió Lázaro. O la que vivió el rico malo. He decidido por la de Lázaro, y estoy luchando para asegurar que me la conceda Dios. ¿Cuál es su decisión? ¿Necesita más orientación? ¿Más ayuda espiritual?
Humildemente, me pongo a sus órdenes.
1 Lucas 23:43. Jesús dice al ladrón arrepentido crucificado juntamente con él: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
2 Mateo 25:19-23
3 Lucas 16:25
4 Hebreos 11:1-6; 1 Pedro 1:6-9
5 Romanos 12:1-2
6 1 Pedro 1:22
7 Hechos 10:34-35
8 Mateo 12:7; Mateo 23:23; Romanos 2:12-16; Santiago 2:13
9 Apocalipsis 2:10
10 Romanos 10:17
11 Hechos 3:19
12 Romanos 10:9-17
13 Hechos 2:37-47; Hechos 22:16; Marcos 16:15-16; Romanos 6:3-7; 1 Pedro 3:21
14 Mateo 13:39-49; Apocalipsis 14:14-20
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